miércoles, 17 de septiembre de 2008

La Naturaleza no tiene defectos. Solo el hombre tiene defectos.

El hombre comete un error imperdonable, cuando piensa que tiene que corregir la obra de la naturaleza. No dice mucho a favor de una comunidad el hecho de que destruya extensas áreas de naturaleza; en cambio, debería ser motivo de orgullo para la comunidad la protección de la mayor extensión posible de naturaleza a su alrededor. Debemos conservar los arroyos, ríos, pantanos y marismas en su estada original y tratarlos como seres sagrados y sacrosantos.

La regulación de las corrientes de agua solo nos ha causado graves problemas por lo que pagamos un alto precio: reducción del nivel de las aguas superficiales, reducciones en la línea de los bosques de hasta 100 metros, desecación de grandes áreas de tierra y el agua no se puede regenerar porque fluye con demasiada rapidez. Las marismas ya no pueden actuar como esponjas absorbentes, a la manera de una nueva caja de ahorros en época de crisis; absorbiendo grandes cantidades de agua sobrante para soltarla lentamente en períodos de sequías.

Las corrientes reguladas de agua se convierten en alcantarillas.

Ya no quedan peces, porque no pueden remontar los canales regulados. La regulación del agua produce inundaciones de consecuencias devastadoras; enormes cantidades de agua fluyen a una velocidad tan excesiva que la tierra y la vegetación no llegan a empaparse ni a retener el agua.

Sólo una corriente de agua que discurra de forma irregular entre árboles de ribera será capaz de producir agua pura, regular el balance del agua y mantener peces y vida animal en beneficio del hombre y la agricultura.

Ahora, cuando es ya casi demasiado tarde, empezamos a comprender esta antigua sabiduría y hacemos explotar las rectas orillas de cementos de los cursos regulados de ríos y arroyos, para recrearlos en su estado original irregular. ¡Qué ironía!

¡Regular una corriente para desregularla después!

Hundertwasser

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